Los desencantos
de Berrío
Por:
Alejandra Echeverri Garzón
Era
marzo de 2014 y aquel joven de 18 años salió al centro de la ciudad a comprarle
una nueva llanta a su bicicleta de segunda mano, que había adquirido días atrás,
y a retirar el dinero que su padre le enviaba cada mes para el sustento diario.
Llegó en un bus, uno de los transportes más utilizados en la ciudad de
Medellín, que en el año 2013 había sido nombrada la
más innovadora del Mundo por varias razones, entre esas, la reducción de la
inseguridad.
Se
bajó en pleno corazón geográfico de la ciudad, en el parque donde se encuentra
la estatua de Pedro Justo Berrío rodeada de
vendedores ambulantes, de ancianos que interpretan canciones de antaño con sus
guitarras, de personas que esperan encontrarse con otras, de palomas que vuelan
hacia la primera parroquia construida en la ciudad: la Iglesia de la
Candelaria.
En
ese mismo parque -que anteriormente recibía el nombre de La Plaza Principal- está
ubicado el Banco de la República acompañado por “La Gorda”, una estatua del
escultor antioqueño Fernando Botero que, aunque carece de cabeza, parece ser la
vigilante de todas las entidades bancarias que la rodean, entre esas el banco a
donde el joven se dirigió esa tarde después de comprar la pieza que le pondría
a su nuevo medio de transporte.
No
alcanzó a entrar. Escuchó una voz masculina que lo detuvo diciéndole: “Joven,
hágame el favor”. De inmediato volteó y, al ver que se trataba de un
desconocido, le respondió –con el acento costeño que lo caracteriza- que
alguien lo estaba esperando.
-“Tranquilo
que no le voy a quitar más de 15 segundos”, le dijo el señor que aparentaba
tener 38 años.
Él
decidió quedarse allí y escuchar aquellas palabras que aún tiene grabadas en su
mente: “Lo que pasa es que me están informando que usted viene
por aquí entregando unos paquetes de Metanfetamina
y que cada uno cuesta 800 mil pesos. Yo soy el comandante de una banda y
necesito acabar con la delincuencia en este lugar. Acompáñeme, tengo que
tomarle unos datos”.
Ambos cruzaron la calle, transitada
por personas que ignoraban aquella situación, y el hombre le preguntó: “¿Usted cómo
se llama?”.
-Juan
David Méndez, le respondió con voz pasiva.
El
hombre le pidió el documento de identidad para confirmar que no le estaba
mintiendo. Observó la foto (tomada a los 12 años) de aquel muchacho de tez
morena, oriundo de El Bagre, Antioquia; que medía 1,67 metros según aquella
tarjeta de identificación que aún usaba porque recientemente había cumplido la
mayoría de edad. Se la devolvió y lo interrogó de nuevo:
-
¿Usted qué tipo de comunicación maneja?
-
Por redes sociales, respondió Juan David que ya sospechaba lo que estaba a
punto de ocurrir.
-
Juan David, no me está entendiendo la pregunta: ¿Usted, cómo se comunica con
sus familiares?, le alzó la voz al ver que no obtenía la respuesta que quería.
-
Ellos me escriben por redes sociales, reiteró el joven.
-
Juan David, dígame la verdad: ¿Usted maneja dispositivo celular?
-
Sí.
Al
escuchar esta afirmación, el hombre le pidió que se lo entregara mostrándole un
arma que llevaba debajo de su camisa. Juan David accedió a la petición, sacó su
celular del bolsillo y se lo dio a aquel hombre que se fue sin prisa alguna. El
joven, asustado y nervioso, no quiso retirar el dinero porque temía que le
robaran dos veces y, de inmediato, tomó un bus que lo llevara a su casa.
Actualmente,
en Medellín, la historia de Juan David se repite 34 veces al día
pero bajo diversas modalidades. Una de ellas es conocida como el cosquilleo. Si a Juan David lo hubieran robado
bajo esta modalidad, el relato sería distinto: una persona se hubiera acercado
hacia él para tocarle su bolso. Cuando él se percatara de la situación, otra
persona se le acercaría a entretenerlo pidiéndole una dirección (aunque a veces
no hay necesidad de hablar con la víctima):
-
Hola, ¿sabes dónde queda una iglesia blanca por acá?
-
¿La de la Candelaria?, diría el joven.
-
Sí, respondería la persona, supuestamente, perdida.
-
Mira, llegas hasta la estatua de Berrío y, ahí, diagonal la encuentras.
Durante
esta conversación, alguien más estuvo sacándole sus pertenencias sin que él se
diera cuenta.
Si
al joven lo hubieran hurtado bajo la modalidad de “La Saliva” esta historia
sería diferente: cuando estuviera llegando al banco a donde se dirigía, un
anciano le escupiría el hombro; otra persona, con el disfraz de la amabilidad,
se acercaría con un pañuelo a ayudarle a limpiarse:
-Mire,
le presto un pañuelo. Definitivamente la gente hoy en día es muy cochina, ¿no?
-
Sí, que asco. Muchas gracias. Muy amable de su parte.
Igualmente,
como en la situación anterior, Juan David ni se enteró de que había sido
despojado de lo que llevaba en el bolso.
Este
muchacho pudo haber pasado por otras modalidades de robo como el juego de la Bolita, el ‘Paquete chileno’, el ‘Raponazo’ (alguien
le hubiera arrebatado las pertenencias antes de que pudiera reaccionar), el
Fleteo (a la salida del banco, varios individuos lo hubieran seguido para
amenazarlo y arrebatarle el dinero), entre muchas otras más que los ingeniosos
del robo inventan cada día.
Para
disminuir estas situaciones, la Policía del sector está tomando más medidas de
seguridad como, por ejemplo, la repartición de auxiliares de esta entidad, los
cuales se ayudan de las cámaras instaladas en la estación Parque Berrío del
Metro para identificar quiénes son los que están cometiendo estos delitos.
No
solo son los robos
Dos
señoras- con trapeadora y ‘trapito’ en mano- limpian las escaleras del Metro.
Les da pena hablar ante una grabadora, se echan a reír, pero finalmente sacan a
flote sus pensamientos acerca de los desencantos del Parque Berrío: “es que
aquí huele mucho a ‘berrinche’ porque la gente no respeta y se orina por ahí. Nosotras
lo lavamos una vez en el turno pero sigue normal, oliendo lo mismo”. Su
compañera la interrumpe: “las tinteras (señoras que venden tinto) todo lo tiran
por ahí, los vasitos…”.
La
inconformidad de las personas no solo gira en torno a los robos que se
presentan en el sector. Los malos olores, la basura, el ruido, la cantidad de
transeúntes, la presencia de habitantes de la calle, entre muchas otras razones
hacen que este parque, a pesar de ser uno de los más reconocidos en la ciudad, no
sea tan encantador como parece.
Sin
embargo, la mayoría de la gente tiene la obligación de pasar por ahí ya sea
porque van para sus trabajos, necesitan tomar el Metro, quieren retirar dinero,
van a verse con alguien o, incluso, trabajan bajo la sombra de los árboles que crecieron
allí.
La
ayuda de la Policía Metropolitana es importante para mitigar los robos pero el reto más grande lo tiene la Alcaldía, quien está buscando estrategias
para solucionar los serios problemas cardiacos (principalmente, mejorar la
movilidad y el aspecto del lugar) que sufre día a día el corazón de la “Ciudad
de la Eterna Primavera”.
Si no puede reproducir el video, ingrese al link:
https://www.youtube.com/watch?v=0JwpdcPkL9I
Conozca las modalidades de robo más utilizadas en Colombia:
https://infogr.am/modalidades_de___robo_en_colombia
Imágenes del Parque Berrío
Conozca las modalidades de robo más utilizadas en Colombia:
https://infogr.am/modalidades_de___robo_en_colombia
Imágenes del Parque Berrío
El Parque Berrío recibe este nombre en honor al exgobernador de Antioquia, Pedro Justo Berrío Fotografía tomada por: Alejandra Echeverri/ 13 de abril de 2015 |
Basílica Menor Nuestra Señora de La Candelaria, primera parroquia construida en Medellín Fotografía tomada por: Alejandra Echeverri/ 13 de abril de 2015 |
Escultura Torso de mujer, de Fernando Botero. Es popularmente conocida como "La Gorda" Fotografía tomada por: Alejandra Echeverri/ 13 de abril de 2015 |
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