El sí de los niños es una crónica
escrita por el periodista argentino Martín Caparrós, publicada el 05 de marzo
de 2009. Su tema principal es el de turismo sexual de niños. Está escrita,
principalmente, en primera persona.
Este texto comienza contando la historia
de un hombre llamado Bert, que trabaja para una empresa óptica en Alemania, que
cuando tiene la oportunidad viaja hacia Sri Lanka, el centro mundial de la
prostitución de chicos.
Luego, Caparrós se encarga de describir
el lugar donde se encuentra (Playas del sudoeste de Sri Lanka) acompañado,
todavía, de Bert. También describe el clima y las personas que están allí.
El turismo sexual ha existido siempre. A
algunos gobiernos les pareció que podía ser una buena forma de atraer turistas,
es decir: dinero. Un ejemplo de esto fue cuando el primer ministro de
Tailandia dijo, en 1980, que iban a
emplear formas de esparcimiento sexual que atrajeran turistas.
Los
destinos de los turistas sexuales son variados según sus gustos.
Organismos
internacionales calculan que hay en el mundo un millón de menores
prostituyéndose, y que el negocio mueve unos cinco mil millones de dólares por
año.
En
Sri Lanka los niños varones son los más codiciados por los pedófilos porque a
las niñas las cuidan mucho para que lleguen vírgenes al matrimonio.
En
las playas que rodean la capital, Colombo, unos treinta mil menores, de entre
seis y dieciséis años, se prostituyen. Un estudio reciente mostró que uno de
cada cinco chicos había sido abusado sexualmente en Sri Lanka. La cuestión se
está convirtiendo en un problema nacional.
En
estas playas es normal ir caminando y recibir ofertas para estar con menores de
edad. Por ejemplo, hay un personaje de esta crónica llamado Bobby -de 22 años-
que trabaja como cafisho (persona que obtiene beneficios de la prostitución de
otra persona) el cual le ofrece a Caparrós a un niño llamado Jagath por el
valor de unos cinco dólares. Ambos caminan por las calles y el autor aprovecha
esta situación para conocer más sobre la vida de esta persona.
Sri Lanka es una isla pegada
al sudeste de la India, de unos sesenta y cinco mil kilómetros cuadrados. “La
isla más bella de su tamaño en todo el mundo”, escribió, hacia 1295, Marco
Polo, que había visto unas cuantas. Las noticias sólo hablan de Sri Lanka
cuando los guerrilleros tamiles –los Tigres– hacen volar algo.
El autor de la crónica
introduce más información sobre Colombo. En esos momentos destaca una
conversación que tuvo con Stanley, un profesor de sociología que amplía el tema
de la guerra entre los tamiles- Los Tigres- y los cingaleses porque los primeros
quieren crear un estado independiente y los segundos se oponen.
Luego, el periodista expone
el tema de la Pedofilia, una parafilia de la cual se desconoce realmente su
causa. Todos hablan de los previsibles traumas infantiles, necesidades de
afecto insatisfechas, dificultades para relacionarse, que se descubren
precisamente porque el fulano empieza a manotear criaturas. En Sri Lanka, el
gobierno cambió ciertos artículos del Código Penal para introducir penas
mayores a los acusados de ese delito.
La prostitución infantil
aumentó con el sida por la creencia de que los más jóvenes no van a estar
infectados. En 1995, un estudio mostró que más del treinta por ciento de los
chicos y chicas prostitutos en el sudeste asiático lo estaban.
Maureen Seneviratne es otro
de los personajes que hacen parte de este escrito. Ella es una socióloga,
periodista y presidenta de Peace –Protecting Environment and Children
Everywhere–, una organización que se ocupa, desde hace años, del problema de la
prostitución de niños en Sri Lanka. Ella dice que ahora las leyes contra la
pedofilia son más severas y permitirían atacar más en serio el asunto. Las
leyes existen. Lo que no existe es la voluntad de hacerlas cumplir.
También entrevista a un
periodista que prefiere ocultar su nombre porque le da temor con los pedófilos
ya que, según él, son peligrosos y podrían mandar a matarlo por su testimonio. Él
dice que los pedófilos pueden instalar una supuesta fundación que se ocupa de
los niños pobres, y así está más que justificado para tener en su casa a todos
los chicos que quiera sin que nadie lo moleste. O pueden invitar a una familia
local a vivir con él e instalarse como una especie de tío que los mantiene a
todos a cambio de que lo dejen abusar de los hijos.
Después de esta intervención,
Caparrós describe la casa de Bobby a donde llega para supuestamente acostarse
con un niño pero lo que él realmente pretendía era hablar con el pequeño con la
ayuda de la traducción del cafisho.
Jagath se quedó con su
abuela materna y una tía cuando su madre se fue a trabajar a otro país. En esos
meses, apareció un inglés, el señor Tony, que conoció a Jagath en la playa. Se
puso a charlar con él y después lo acompañó a su casa. El señor Tony le dijo a
la abuela que Jagath era un chico muy inteligente y que quería ocuparse de su
educación: la abuela no dudó demasiado, recibió cinco mil rupias y a los pocos
días Jagath estaba instalado en la casa del inglés, junto con otros cinco
chicos. El señor Tony los mandaba a la escuela y, cada tarde, los llevaba a su
cuarto a mirar películas pornográficas, y abusaba de ellos.
Después, el señor Tony cerró
la casa y se fue, Jagath dice que no quería volver con su abuela. Primero
estuvo trabajando un poco por su cuenta, en la playa, pero tenía problemas. Después
se encontró con Bobby y se quedó con él.
En Negombo se produce el
mejor té del mundo. En este lugar, el autor conoce una chica que dice que le
gustaría conocer Nueva York. Este pueblo suele ser llamado la Capital Nacional
del Sida. Negombo es el lugar más vigilado del país, y por eso muchos de los
pedófilos prefieren irse más al sur, a Hikkaduwa y alrededores.
En 1990, en Negombo, el
director de una escuela del pueblo encontró a dos chicos de diez años tocándose
en el baño. Cuando empezó a gritarles, uno de ellos le dijo que el tío Baumann
le había pedido que le enseñara a hacer esas cosas a su amiguito.
El director de la escuela
siguió averiguando. En unos días se enteró de que más de treinta de sus alumnos
habían pasado por la cama del tío, y fue a hablar con el padre Anthony Pinto,
el director del colegio técnico que la congregación Salesianos de Don Bosco
tiene en Negombo. Juntos hicieron la denuncia: Viktor Baumann estuvo detenido
unas horas y lo soltaron enseguida.
El padre Pinto tardó varios
años en conseguir que Baumann fuera procesado. Finalmente, tras idas y vueltas
judiciales, un tribunal aprobó su extradición a Suiza, para que lo juzgaran sus
compatriotas. Caparrós conversa con él, quien trabaja en el colegio con 200
chicos que vienen de la prostitución.
Luego de la conversación con
el padre Pinto, el autor cuenta que estaba sentado en un bote en la playa y se
le acercó un niño llamado Gamini el cual le dijo que su madre lo había invitado
a tomar té. Caparrós acepta y describe cómo es la choza donde viven aquellos personajes.
Me pareció sorprendente
cuando la madre de Gamini le dijo a Caparrós que se quedara con el niño en la
pieza las horas que quisiera y luego les pagara con regalos de Navidad.
La crónica concluye con la
historia que le pasó al autor la última noche que se quedó en Sri Lanka cuando
llegaron unos policías, a su habitación, en la madrugada a ver si él era a la
persona que estaban buscando. Al día siguiente, él se encuentra de nuevo con el
profesor de sociología, Stanley, y le comenta lo sucedido mientras toma una
taza de té producida por niños menores de diez años.
Para leer el texto completo ingrese al link: https://cronicasperiodisticas.wordpress.com/2009/03/05/el-si-de-los-ninos/
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